Como os dije en la entrada anterior os explico la manera de jugar con estos divertidos cuentos. En próximas entradas os diré si admiten juego o no.
INDICACIÓN
AL JUEGO
El cuento herramienta fundamental en la educación de
un niño.
Historias que permiten volar a la imaginación de
grandes y pequeños, que enseñan valores y conductas a los niños y recuerdan a
todos que una vez lo fuimos.
El abuelo a su nieto, el padre a su hijo, un tío a
su sobrina, la maestra a sus alumnos, todos hemos contado un cuento en alguna
ocasión. Ese momento en que el niño es todo oídos porque desea saber qué pasó
con aquella princesa capturada, por qué papá abandona a sus hijos en el bosque…
Escuchar cuentos les apasiona y si hay algo que les
guste más es jugar.
Les propongo la combinación de ambos, cuentos que
ofrecen la posibilidad de juego.
Al tiempo que
los niños siguen el desarrollo del cuento, interactúan y dinamizan entre ellos.
Es sencillo en los relatos que aquí se presentan se
repiten diferentes nombres, bien sean ingredientes de cocina, verduras,
colores…
El juego consiste en dar a cada niño uno de estos
sustantivos que aparecerán a lo largo de la historia, cuando escuchen el que
les ha tocado, deberán cambiar de silla, si están sentados, o de lugar si lo
hacen de pie, entre ellos. Si se quiere el monitor o cuenta cuentos puede
participar ocupando cada vez la posición de un niño, mandando así al último y
más rezagado en ocupar sitio, al centro.
Por ejemplo: en el cuento de “Una linda calabaza”,
los nombres a repartir entre los niños serían las distintas hortalizas que
aparecen: tomates, pepinos, patatas y calabaza.
Es muy divertido, el niño presta atención durante
todo el cuento y se lo pasa genial, las risas están aseguradas. Yo, en mi
experiencia, he trabajado con ellos y tuvieron una gran aceptación entre los
niños.
Son ideales
para Talleres de Lectura y Actividades de Cuenta cuentos en grupo, para fiestas
de cumpleaños, etc.
UNA
LINDA CALABAZA
Todos los días lo mismo. Desde su
puesto, en el cajón del mercado, una hermosa calabaza veía desfilar a muchas
personas de un lado a otro. Los lunes desde la Plaza Mayor de Quiron, los
martes en la calle Ancha de Satín, los miércoles en el cerro Abierto de Pladur
y, así cada día de la semana, resplandeciente y naranja esperaba que unos ojos
se fijasen en ella.
Calabaza no entendía por qué no gustaba
tanto como: el tomate, la patata o el pepino.−Sería por el color, pensaba. Ni
por qué se llevaban los pepinos−¿A caso les gustaba más su forma alargada? ¿Y
las patatas? Tienen un color feo y están bajo tierra, ¡¡¡qué horror!!! Pensaba
la calabaza.
Ella no sabía de las propiedades nutritivas
del tomate, los pepinos o las patatas pero, por supuesto, sabía las suyas.
−¡¡¡Tengo numerosas propiedades!!! Tengo
un alto contenido en vitamina A, B y C, así como múltiples minerales. Ayudo a
cuidar la salud, porque limpio los pulmones y aumento las defensas, tengo un
alto contenido en fibra, por lo que quedan satisfechos conmigo, enriquezco las
dietas de las personas diabéticas, soy buena para la piel... Pero nada, otra
vez a recoger. Volvería al camión y, al día siguiente, otra vez a su cajón, con
nuevos tomates, patatas y pepinos.
¡Ya estaba cansada quería valer para
algo! Una mañana se hizo rular por el cajón, llegando así al de sus vecinos los
tomates.
−Quizás de esta manera se confundan y me
lleven, pensó.
No fue lo que, exactamente, sucedió. Una
joven muy simpática que fue a comprar patatas le dijo al comerciante que había
una linda calabaza mezclada en los tomates y éste amablemente se la regaló.
Calabaza se puso feliz.
−¡¡Por fin!!! Se dijo.
Una vez en casa de la joven tomó su puesto,
un enorme frutero dentro de la despensa.
Pasaban los días y calabaza seguía allí.
Empezaba a sentirse inútil.
−Aquí no hago nada, al menos en el
mercado veía el sol, gente y alegría. Además, echaba de menos a los pepinos,
tomates y patatas.
Una tarde de otoño calabaza oyó unas
voces de niños pequeños, decían que debían adornar la casa para Hallowen. Ella
no sabía a qué se referían pero, de repente, aparecieron dos niños en la
despensa, agarraron a calabaza y la sacaron de su sitio.
Estaba asustada.
Todos se reían, parecían felices, pensó
que no tenía por qué temer nada.
Calabaza se dejó hacer y, al cabo de unas
horas se convirtió en una brillante y bonita calabaza de Hallowen. Pero eso no
fue lo mejor y es que la colgaron a la entrada de la puerta de la casa, donde
podía ver otra vez el sol, la gente, el discurrir de los días.
Calabaza estaba feliz, sabía que no
formaría parte de una dieta equilibrada como sus amigos: los tomates, patatas y
pepinos, pero iba a ser la envida de todas las calabazas de su barrio.
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