jueves, 23 de julio de 2015

Indicación// Una linda calabaza

Como os dije en la entrada anterior os explico la manera de jugar con estos divertidos cuentos. En próximas entradas os diré si admiten juego o no.

INDICACIÓN AL JUEGO
El cuento herramienta fundamental en la educación de un niño.
Historias que permiten volar a la imaginación de grandes y pequeños, que enseñan valores y conductas a los niños y recuerdan a todos que una vez lo fuimos.
El abuelo a su nieto, el padre a su hijo, un tío a su sobrina, la maestra a sus alumnos, todos hemos contado un cuento en alguna ocasión. Ese momento en que el niño es todo oídos porque desea saber qué pasó con aquella princesa capturada, por qué papá abandona a sus hijos en el bosque…
Escuchar cuentos les apasiona y si hay algo que les guste más es jugar.
Les propongo la combinación de ambos, cuentos que ofrecen la posibilidad de juego.
Al  tiempo que los niños siguen el desarrollo del cuento, interactúan y dinamizan entre ellos.
Es sencillo en los relatos que aquí se presentan se repiten diferentes nombres, bien sean ingredientes de cocina, verduras, colores…
El juego consiste en dar a cada niño uno de estos sustantivos que aparecerán a lo largo de la historia, cuando escuchen el que les ha tocado, deberán cambiar de silla, si están sentados, o de lugar si lo hacen de pie, entre ellos. Si se quiere el monitor o cuenta cuentos puede participar ocupando cada vez la posición de un niño, mandando así al último y más rezagado en ocupar sitio, al centro.
Por ejemplo: en el cuento de “Una linda calabaza”, los nombres a repartir entre los niños serían las distintas hortalizas que aparecen: tomates, pepinos, patatas y calabaza.
Es muy divertido, el niño presta atención durante todo el cuento y se lo pasa genial, las risas están aseguradas. Yo, en mi experiencia, he trabajado con ellos y tuvieron una gran aceptación entre los niños.
 Son ideales para Talleres de Lectura y Actividades de Cuenta cuentos en grupo, para fiestas de cumpleaños, etc.

UNA LINDA CALABAZA
Todos los días lo mismo. Desde su puesto, en el cajón del mercado, una hermosa calabaza veía desfilar a muchas personas de un lado a otro. Los lunes desde la Plaza Mayor de Quiron, los martes en la calle Ancha de Satín, los miércoles en el cerro Abierto de Pladur y, así cada día de la semana, resplandeciente y naranja esperaba que unos ojos se fijasen en ella.
                                    

Estaba acompañada de otros frutos y hortalizas: pepinos, tomates y patatas, a los que veía salir de sus cajas alegres, escogidos por distintas manos, contentos de pasar a formar parte de la dieta de diferentes personas.
    Calabaza no entendía por qué no gustaba tanto como: el tomate, la patata o el pepino.−Sería por el color, pensaba. Ni por qué se llevaban los pepinos−¿A caso les gustaba más su forma alargada? ¿Y las patatas? Tienen un color feo y están bajo tierra, ¡¡¡qué horror!!! Pensaba la calabaza.
Ella no sabía de las propiedades nutritivas del tomate, los pepinos o las patatas pero, por supuesto, sabía las suyas.
−¡¡¡Tengo numerosas propiedades!!! Tengo un alto contenido en vitamina A, B y C, así como múltiples minerales. Ayudo a cuidar la salud, porque limpio los pulmones y aumento las defensas, tengo un alto contenido en fibra, por lo que quedan satisfechos conmigo, enriquezco las dietas de las personas diabéticas, soy buena para la piel... Pero nada, otra vez a recoger. Volvería al camión y, al día siguiente, otra vez a su cajón, con nuevos  tomates, patatas y pepinos.
¡Ya estaba cansada quería valer para algo! Una mañana se hizo rular por el cajón, llegando así al de sus vecinos los tomates.
−Quizás de esta manera se confundan y me lleven, pensó.
No fue lo que, exactamente, sucedió. Una joven muy simpática que fue a comprar patatas le dijo al comerciante que había una linda calabaza mezclada en los tomates y éste amablemente se la regaló.
Calabaza se puso feliz.
     −¡¡Por fin!!! Se dijo.
Una vez en casa de la joven tomó su puesto, un enorme frutero dentro de la despensa.
Pasaban los días y calabaza seguía allí. Empezaba a sentirse inútil.
−Aquí no hago nada, al menos en el mercado veía el sol, gente y alegría. Además, echaba de menos a los pepinos, tomates y patatas.
Una tarde de otoño calabaza oyó unas voces de niños pequeños, decían que debían adornar la casa para Hallowen. Ella no sabía a qué se referían pero, de repente, aparecieron dos niños en la despensa, agarraron a calabaza y la sacaron de su sitio.
Estaba asustada.
Todos se reían, parecían felices, pensó que no tenía por qué temer nada.
    Calabaza se dejó hacer y, al cabo de unas horas se convirtió en una brillante y bonita calabaza de Hallowen. Pero eso no fue lo mejor y es que la colgaron a la entrada de la puerta de la casa, donde podía ver otra vez el sol, la gente, el discurrir de los días.
Calabaza estaba feliz, sabía que no formaría parte de una dieta equilibrada como sus amigos: los tomates, patatas y pepinos, pero iba a ser la envida de todas las calabazas de su barrio.                           
                                          



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