martes, 20 de octubre de 2015

La niña y la rosa

     Cuento que admite juego (rosa y roja). Explicación en la entrada de "indicación/una linda calabaza".

     La niña rubia de las coletas ya estaba ahí de nuevo.
     El pequeño Juan, cada tarde, asomado a la ventana de su cuarto veía cómo la niña se deshacía en llanto sin saber por qué.
     La primera vez pensó que ningún niño quería jugar con ella, la segunda le preguntó a su mamá y le dijo que, probablemente, se habría caído, la tercera tarde que la vio llorar se limitó a observar a su alrededor para entender, a la cuarta Juan estaba allí, en el parque que hay frente a su casa, esperando a la niña rubia de las coletas. Pretendía saber cuál era el motivo que la hacía llorar y, sobre todo, intentaría ayudarle.
     Cuando llegó, el pequeño Juan corrió hacia ella y le preguntó.
     La niña rubia de las coletas lloraba porque quería la flor que crecía hermosa en el único rosal que había en el parque y siempre que intentaba cogerla se pinchaba en alguna de sus numerosas espinas.


     Esa misma noche en casa, Juan dibujó y pintó lo mejor que supo una linda rosa roja.
     Al día siguiente en el parque se la entregó a la niña de las coletas pero ella lloró.
     Se le ocurrió una idea, iría a la tienda de la esquina de la calle de casa, donde vendían de todo, y le compraría la mejor rosa roja de plástico.
     Juan no podía esperar, estaba impaciente porque llegase la tarde para darle la rosa roja de plástico, pero no la quiso. La niña rubia de las coletas anhelaba la rosa roja del parque.
     Un día la llevó al Molino de Quiles, allí crecían flores de todos los colores, plantas silvestres que desprendían distintos olores y árboles de todos los tamaños. Al terminar la visita recibieron unas margaritas pero, la niña rubia de las coletas pensaba en la rosa roja del parque.
     Ya no sabía qué hacer, cómo conseguir que no llorase más.
     Estaba triste, no podía ayudarla.
     Mamá notó que algo le pasaba.
     El pequeño Juan le contó lo que ocurría a mamá.
     Orgullosa de su hijo y de sus intentos por ayudar a la niña le dijo que debía hablar con ella, explicarle que esa linda rosa roja crece así de bonita porque se alimenta a través del tallo que la une a la tierra. Que ella, como nosotros, es un ser vivo y si la corta perderá su intenso color, perderá los pétalos que la hacen tan bonita, perderá sus hojas, su olor y morirá.
    Convencido fue a buscarla. La niña rubia de las coletas entendió lo que Juan le dijo. Le gustaba mucho la rosa roja y nunca haría nada que pudiese estropearla.
    Desde ese instante decidió que sería su rosa roja del parque y cada tarde la regaba, contemplando cómo otras  rosas rojas crecían a su alrededor.



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