martes, 1 de septiembre de 2015

Resaca

Cuando todo pasa y sólo queda el recuerdo.
La sensación de que no pudo haber sido mejor.
El asomo de cierta nostalgia tras lo que tan pronto se fue.
El adiós de lo que con tanta ansia se espera.
El consuelo de pensar que vendrán otros momentos, instantes de felicidad que recorrerán nuestras venas para después  perecer en la memoria.

Con los años uno toma consciencia de que la resaca es algo más que un incómodo malestar, fruto de la sed que se tiene el día o la noche anterior y que nos hace lamentar y prometer no volverlo hacer, sabiendo que, de nuevo, ocurrirá. Pero ha de pasar, pues debemos celebrar, sin necesidad de tener un motivo, debemos festejar por lo que nos haga vibrar el alma, debemos participar de esa sensación de alegría y bienestar que nos da estar rodeados de las personas que consideramos importantes en nuestra vida, debemos exprimir al máximo aquello que nos tuvo excitados unos días, unas horas… para que el jugo sea siempre lo más dulce posible. Porque respirar es más sencillo si huele a farra.
¿Qué sería del ser humano si no tuviera esparcimiento?
Párate y piensa en ese día que decidiste no salir sólo porque estabas cansado, triste, abatido, enfadado o, porque era uno de esos en los que nada te viene bien, ni siquiera te encuentras cuando te miras al espejo.
¡Piensa! Esa sensación que tenias no mejoró al no hacer nada, puede que incluso te consumiera. Desperdiciaste el beneficio de compartir, de dar y recibir, no permitiste la oportunidad de divertirte, rechazaste la ocasión de disfrutar cada segundo de tu tiempo libre.
 ¡Inconsciente! Las paredes de tu cuarto no van a proporcionarte nada nuevo y, puede que mañana sea tarde.
Sal, pon un pie en la calle, verás que el otro te sigue, homenajéate sin causa alguna y emborráchate si la hay. Embriágate de gente, su ruido y devenir, de risas y conversaciones. Empápate de olores, colores y sabores. Muévete al son de la música, deja que el baile te libere, te transporte y te lleve a la extenuación.
El descanso siempre va a esperarte.
El silencio y la tranquilidad, medicinas necesarias pero no recurrentes.
Las cefaleas, los vómitos y las tripas rotas son el cierre de una buena fiesta. Fiesta que evocar y almacenar en la añoranza.

Sólo un consejo: no des cabida a la amnesia. Si tienen que contártelo vivirás el recuerdo de otro.


Sólo una breve historia:

Él pasa y ella se sonroja.
Ella pasa y él la evita.

Después de todo el curso sin atreverse a hablarle, anoche lo hizo. Pero, ¿cómo lo hizo?
Estaba nerviosa, no iba a irse de la fiesta sin decirle que le gustaba, que notaba cómo, a veces, la miraba, que se esperaba cada mañana con cualquier excusa para verlo salir y, así emprender el camino de regreso a casa y que odiaba los fines de semana o los días que enfermaba porque no sabía nada de él.
Susana, su mejor amiga, le ofreció algo para que se tranquilizase. No lo había probado antes y no sabía tan mal como le aseguraban sus padres, además se sintió más relajada.
Lo haría, se sentía segura pero, ¿por qué no bailar y beber un poco más?

Iván cogió su chaqueta y se dirigía a la salida cuando Eva lo vio. Entre empujones y, algún que otro pisotón, llegó hasta él.
La cosa no debió de salir bien, Eva entró, de nuevo, en la fiesta y con voz temblorosa le pidió a Susana que la acompañase a casa. Susana no la soltó del brazo en todo el recorrido, no se sentía bien y casi no la entendía cuando hablaba.
Por suerte, esa noche los padres de Eva cenaban con unos amigos y todavía no habían llegado.
Susana la desvistió y le puso el pijama.  -Ha sido mi culpa, pensó. -Le he estropeado lo que con tantas ganas esperaba.-
Cuando Eva se despertó a la mañana siguiente no recordaba lo que sucedió, Susana tampoco había visto nada y, al parecer, nadie más estaba fuera. Nadie que pudiera decirle qué pasó. Si quería saberlo debía preguntárselo a Iván y no se atrevió. No quiso sentir la vergüenza por no acordarse ni la humillación por lo que hubiese hecho.

Él pasa y ella se sonroja.
Ella pasa y él la evita.



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