Os dejo la pequeña anécdota de Daniel. Un cuento que admite juego y con el que los niños se divierten participando. Ya sabéis que la explicación a cómo se juega está en la entrada del 23 de julio, indicación//Una linda calabaza.
Daniel contaba con 7 años y su hermana Claudia con 3 menos que él. Le encantaba
jugar con sus coches, tenía de todos los colores y de todos los tamaños. Pero
lo que no le gustaba era cuidar de su hermana pequeña cada vez que mamá salía a hacer la compra.
Una tarde con su coche de cars, jugando a las carreras en el pasillo
de casa, Daniel tiró y rompió uno de los jarrones chinos de su mamá. A mamá le fascinaban los jarrones. Cuando
preguntó quién había sido, Daniel culpó a Claudia y Claudia lloraba y Daniel la
acusaba y mamá más se enfadaba.
Como castigo se los llevó a la compra. No iban a tardar mucho porque
sólo comprarían lo necesario para hacer un gran bizcocho. Era el cumpleaños de
Daniel justo al día siguiente. Bastaría con: azúcar, leche, chocolate y
galletas, bueno también cogió pepinillos y paté.
Montados en el coche, mamá pidió a Daniel
que le recordase la lista de la compra. -Leche, galletas, azúcar, chocolate,
paté y pepinillos, repetía Daniel, y Claudia a su vez -galletas, azúcar,
chocolate, leche, paté y pepinillos.
Llegaron al supermercado y les dijo: -¡Daniel, Claudia! vayan a por
el chocolate, yo cogeré el paté y los pepinillos; nos vemos en el pasillo de la
leche. Cuando llegaron donde el chocolate, Daniel se quedó maravillado. Había
una inmensa estantería llena de tarros de nocilla. Nocilla de todos los
colores, nocilla blanca, negra… Daniel sólo pensaba en comer kilos y kilos de
nocilla.
Reunidos en el pasillo de la
leche terminaron de comprar el azúcar y las galletas.
-Bien niños, nos vamos para casa, quiero hacer
el pastel antes de la cena, dijo mamá. Mientras ella pagaba la compra, los
niños se fueron para el coche. Daniel seguía embelesado con la nocilla. Sin
pensárselo se bajó del coche en el tiempo que su mamá guardaba todo en el
maletero.
Daniel volvió al supermercado y fue justo al pasillo de la nocilla, no
sabía cual coger si la nocilla blanca, la negra, ¡¡¡NOO!!!, mejor la nocilla de
dos colores. Se escondió en un rinconcito, abrió la nocilla y empezó a meter su
dedito despacio y después más deprisa y más, más… Daniel era el niño más feliz
del mundo.
Cuando mamá bajó la leche, el
azúcar, el chocolate, los pepinillos y el paté, cogió a Claudia y descubrió que
Daniel no estaba en su asiento.
-¡¿Dónde estaba Daniiieeeelll?!
Subió, de nuevo, a Claudia en el coche y regresaron a la tienda.
Mamá preguntaba a los señores y personal del supermercado si habían visto a un
niño de 7 años, rubio, con unos pantaloncitos azules. Nadie lo había visto.
Daniel seguía oculto, sin saber que su mamá lo buscaba, satisfecho por
comer tanta nocilla.
Mamá y Claudia se fueron a casa tristes. Mamá no hizo el pastel, guardó el azúcar, la leche, las galletas y el chocolate.
Anocheció y cerraron el supermercado, Daniel se había quedado dormido y
nadie lo vio. De pronto se despertó, se hacía pis. -¡¡OOOhhhh Diiioooss!! ¡¿Dónde estaba?! Lloró,
quiso salir y volver a casa, cuando... ¡¡IUIUIUIUIUIUIOIOIIIO!!
La alarma.
Daniel asustado se quedó quieto.
En un instante llegó la policía y, allí
estaba él, con los morros manchados de nocilla, llorando y llamando a su
mamá.
Lo llevaron a casa y mamá lo besó, Claudia
lloró y lo abrazó. Mamá hizo el pastel, Daniel le ayudaba y le daba la leche, el azúcar, las galletas y el
chocolate.
Quedó un pastel buueeníííísimooo.
Su mamá
le explicó el peligro que podía correr al quedarse sólo y le transmitió el miedo
que ella y Claudia tuvieron al creer que algo malo le había sucedido. Nunca más
tuvo lugar algo como aquello y para su cumpleaños le regalo muchos vasos de
nocilla.
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