Hace muchos años, cerca
de un lindo valle, rodeado de inmensos árboles vivía humildemente la familia
García: el papá Ramón, la mamá Carmen y los hermanos García.
Eran felices, los días transcurrían
tranquilos. La mamá se ocupaba de las tareas del hogar, el papá salía a cazar,
a pescar, se ocupaba del pequeño huerto que tenían detrás de la casa y, los
seis hermanos García dedicaban la mañana al estudio y las tardes a jugar en el
maravilloso valle que quedaba junto a la casa.
Jamás atravesaban los inmensos árboles.
Mamá era muy temerosa y no les dejaba jugar cerca, pues nunca nadie había visto
lo que allí había. Carmen los vigilaba cada tarde sentada en su mecedora
mientras tomaba limonada.
Los hermanos García jugaban a muchas
cosas: escondite, pilla-pilla, balón… Bueno, al balón a penas si jugaban porque
cuando lo lanzaban más allá de los árboles no podían recuperarlo y habían
perdido tantos balones que se cansaron de jugar con ellos, aunque cuando se
aburrían lo que más deseaban era un balón y poder jugar al fútbol.
Se acercaba el invierno y, los días se
volverían grises, cubiertos por las nubes y tan fríos como el hielo, por eso papá Ramón pidió a Carmen que le ayudase a recoger leña para guardarla en el
cobertizo y refugiarla de la lluvia.
Antes
de salir mamá advirtió a los hermanos García para que no cruzasen los inmensos
árboles, que estuviesen tranquilos y no se peleasen, pues ellos no tardarían en
regresar.
Los seis hermanos se encaminaron al
valle. Jugaron al corro de la patata, jugaron al veo-veo, jugaron al zapato por
detrás, jugaron a pi 1,… No sabían a qué más jugar. Papá y mamá todavía no
habían vuelto. Entonces propuso el pequeño y atrevido hermano García: −¿Por qué
no vamos a los inmensos árboles y recuperamos nuestros balones? ¡¡Así podremos
jugar y no estaremos aburridos!!
El mayor de los hermanos quiso ser
responsable y obedecer a su mamá y, reprendió el comentario de su hermano pero,
todos los demás pensaron que era una gran idea.
Después de unos minutos de discusión los
hermanos García se adentraban en los inmensos árboles sin saber el riesgo que
suponía.
Decidieron no separarse bajo ningún
concepto pero cuando el mediano de los hermanos divisó uno de sus balones perdidos
escucharon un gran ruido.
-¡¡¡¡¡GGGGUUUUUUUUAAAAAA!!!!!
Horrorizados echaron a correr. Ninguno
recordaba el camino de vuelta al valle, así que acordaron esconderse en una
pequeña cueva que apareció en medio de la maleza. Abrazados y a oscuras
volvieron a escuchar.
-¡¡¡¡¡GGGGUUUUUUUAAAAAAA!!!!!
Se adentraron más en la cueva. Pensaron
quedarse allí, seguros de que papá y mamá no tardarían en ir a por ellos. Agotados
se tumbaron en el suelo, notaron que estaba blandito y calentito, una sensación
que les gustó. No tardaron en quedarse dormidos.
Amaneció, Carmen y Ramón no los habían
encontrado.
Cuando los hermanos García despertaron
y, a plena luz del día, vieron lo que bajo sus pies había, gritaron como nunca
antes lo habían hecho.
¡¡¡¡¡¡Es un oso!!!!!!
El oso despertó y chilló como los
hermanos.
Tan fuertes fueron los gritos que mamá y
papá los oyeron y pudieron encontrar la cueva donde estaban. Se asustaron al
ver al oso, todos los hermanos corrieron al ver a sus papás y agarrados a sus piernas y brazos regresaron a casa. Por suerte, no
les pasó nada.
Entendieron
el peligro que hay en lo extraño, no volvieron a desobedecer a su mamá y nunca,
nunca supieron que aquel pequeño oso tratando de ir al lindo valle se perdió y escondiéndose
de los ruidos que los hermanos García hacían halló la misma cueva. Su mamá también
le prohibía ir más allá de los inmensos árboles, pues nunca ningún oso había
visto lo que allí había.
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