viernes, 4 de septiembre de 2015

Los hermanos García

Hace muchos años, cerca de un lindo valle, rodeado de inmensos árboles vivía humildemente la familia García: el papá Ramón, la mamá Carmen y los hermanos García.
Eran felices, los días transcurrían tranquilos. La mamá se ocupaba de las tareas del hogar, el papá salía a cazar, a pescar, se ocupaba del pequeño huerto que tenían detrás de la casa y, los seis hermanos García dedicaban la mañana al estudio y las tardes a jugar en el maravilloso valle que quedaba junto a la casa.

Jamás atravesaban los inmensos árboles. Mamá era muy temerosa y no les dejaba jugar cerca, pues nunca nadie había visto lo que allí había. Carmen los vigilaba cada tarde sentada en su mecedora mientras tomaba limonada.
Los hermanos García jugaban a muchas cosas: escondite, pilla-pilla, balón… Bueno, al balón a penas si jugaban porque cuando lo lanzaban más allá de los árboles no podían recuperarlo y habían perdido tantos balones que se cansaron de jugar con ellos, aunque cuando se aburrían lo que más deseaban era un balón y poder jugar al fútbol.

Se acercaba el invierno y, los días se volverían grises, cubiertos por las nubes y tan fríos como el hielo, por eso papá Ramón pidió a Carmen que le ayudase a recoger leña para guardarla en el cobertizo y refugiarla de la lluvia.
Antes de salir mamá advirtió a los hermanos García para que no cruzasen los inmensos árboles, que estuviesen tranquilos y no se peleasen, pues ellos no tardarían en regresar.
Los seis hermanos se encaminaron al valle. Jugaron al corro de la patata, jugaron al veo-veo, jugaron al zapato por detrás, jugaron a pi 1,… No sabían a qué más jugar. Papá y mamá todavía no habían vuelto. Entonces propuso el pequeño y atrevido hermano García: −¿Por qué no vamos a los inmensos árboles y recuperamos nuestros balones? ¡¡Así podremos jugar y no estaremos aburridos!!


El mayor de los hermanos quiso ser responsable y obedecer a su mamá y, reprendió el comentario de su hermano pero, todos los demás pensaron que era una gran idea.
Después de unos minutos de discusión los hermanos García se adentraban en los inmensos árboles sin saber el riesgo que suponía.
Decidieron no separarse bajo ningún concepto pero cuando el mediano de los hermanos divisó uno de sus balones perdidos escucharon un gran ruido.
-¡¡¡¡¡GGGGUUUUUUUUAAAAAA!!!!!
Horrorizados echaron a correr. Ninguno recordaba el camino de vuelta al valle, así que acordaron esconderse en una pequeña cueva que apareció en medio de la maleza. Abrazados y a oscuras volvieron a escuchar.
-¡¡¡¡¡GGGGUUUUUUUAAAAAAA!!!!!
Se adentraron más en la cueva. Pensaron quedarse allí, seguros de que papá y mamá no tardarían en ir a por ellos. Agotados se tumbaron en el suelo, notaron que estaba blandito y calentito, una sensación que les gustó. No tardaron en quedarse dormidos.
Amaneció, Carmen y Ramón no los habían encontrado.
Cuando los hermanos García despertaron y, a plena luz del día, vieron lo que bajo sus pies había, gritaron como nunca antes lo habían hecho.
¡¡¡¡¡¡Es un oso!!!!!!
El oso despertó y chilló como los hermanos.
Tan fuertes fueron los gritos que mamá y papá los oyeron y pudieron encontrar la cueva donde estaban. Se asustaron al ver al oso, todos los hermanos corrieron al ver a sus papás y agarrados a sus piernas y brazos regresaron a casa. Por suerte, no les pasó nada.
 Entendieron el peligro que hay en lo extraño, no volvieron a desobedecer a su mamá y nunca, nunca supieron que aquel pequeño oso tratando de ir al lindo valle se perdió y escondiéndose de los ruidos que los hermanos García hacían halló la misma cueva. Su mamá también le prohibía ir más allá de los inmensos árboles, pues nunca ningún oso había visto lo que allí había.





No hay comentarios:

Publicar un comentario