martes, 14 de junio de 2016

Ortópteros

-¡Salta! ¡Salta!
-¡Salta! ¡Salta!
Todos animan al pequeño Li, quieren que participe en su juego pero, cada tarde por más que lo intenta sus débiles patas no consiguen despegarse del suelo y compartir la diversión del pilla-pilla en el aire.
Enfadado corre a esconderse tras la roca que hay junto al río, levantando una ligera nube de polvo y la admiración de sus hermanos, al contemplar lo rápido que desaparece, pues ellos no tienen esa destreza.
http://marianafelea.blogspot.com.es/2012/03/la-perrita-preocupada-y-el-grillo.html

Intuye que algo no va bien. A diferencia del resto no ha crecido ni un milímetro, incluso Pati, la más chiquitita del grupo, ahora es más grande que él. Y ¿el color? El color de su cuerpo es más oscuro y le faltan esas manchas que a los demás les caracteriza. Sus alas también son distintas, más recortadas sí pero, fuertes. Lo supo la primera vez que quiso disfrutar con los saltos y compartir la animación con sus hermanos y, en vez de eso, batió sus alas con tal impulso que voló durante incansables minutos.
Se sentía triste, no comprendía por qué no encontraba ninguna similitud entre él y su familia. Sus ojos dejaron escapar unas diminutas lágrimas que, sin querer, mojaron a una pegajosa y curiosa babosa que, sintiéndose aliviada por el frescor que le propiciaban, quiso comprobar de dónde procedían.
-¡Disculpa! grito. -Me gustaría agradecerte este baño gratis que me das y te rogaría que siguieses pero, me duele verte tan afligido. Puedes contarme qué te ocurre y te ayudaré.
-Lo siento, no me he dado cuenta de que estabas ahí abajo,
El pequeño Li le contó lo que le disgustaba y la babosa, paciente, le explicó la razón de por qué no era igual a su familia.
Nunca habría imaginado que el motivo era tan sólo que él era un grillo y sus primos, hermanos, sus papás... eran unos saltamontes.
Con cierta incertidumbre, agradeció a la babosa su amabilidad y sus palabras y se fue en busca de sus padres, quería averiguar la causa de haberse criado con ellos y lo que pasó con su verdadera familia.
Cuando llegó al húmedo tronco donde vivían halló a su mamá despojando de hojas secas la entrada.
-¡Hola Li! Tus hermanos me han dicho que te has ido del juego.
Creo que es el momento de que entiendas las cosas y disipes tus dudas. No mereces enrabietarte por no lograr lo que los de tu especie no podéis hacer, le dijo.
Mamá saltamontes lo condujo dentro del tronco, debía contarle todo lo que desconocía y dejar que tomase sus propias decisiones.
Li no pudo evitar que el llanto se adueñara de él al saber el fatídico final de sus progenitores. Por siempre se cuidaría de cruzarse con una salamandra. Había visto alguna y sus ojos saltones le resultaban graciosos.
Después de oír lo que les sucedió temía que fuesen el objeto de sus pesadillas.
-Nosotros te recogimos, te dimos un hogar. El calor y el amor que necesitabas. Fuiste un hijo más.
Y el miedo que nos ha acompañado era decirte la verdad y que tú nos abandonases.
No sientas que eres diferente, ya que todos pertenecemos a una misma familia, somos ortópteros.
Vale que nosotros podemos saltar, tenemos las patas muy largas, eso es cierto pero, tú puedes correr y volar.
No creas que una habilidad, unos rasgos o un determinado comportamiento te hace mejor o peor, porque todos somos iguales. Igual de válidos e importantes.
Lo que acababa de escuchar le conmovió. Su madre tenía razón, qué importaba el aspecto y qué si sus capacidades eran distintas a las de los demás. Nada ni nadie nos ha de hacer sentir pequeños o raros o diferentes, ni siquiera  uno mismo pensarlo. Todos valemos por lo que somos y nos enriquecen aquellos que tenemos a nuestro lado, pues nos aportan el cariño, el afecto y la comprensión que necesitamos.
Al día siguiente el pilla-pilla pasó a jugarse por parejas, alternando saltos con carreras.
¡¡Colorín colorado con las diferencias hemos topado!!



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