Cuán atrevida es la ignorancia que nada fui capaz de
imaginar,
cuando tus ojos me contaron lo que con palabras no
supiste expresar.
Como un telón que por terminada la función da,
viniste a dejar mis días en absoluta oscuridad.
Tu irónica sonrisa que, ahora recuerdo incoherente,
no pudo disimular tus ganas de abandonar,
de ponerle a nuestra historia un punto y final.
Y, aunque de dolor mi cuerpo se resintió,
mi cabeza no permitió que lo sufriera mi corazón.
Pues las fuerzas que, a veces, creí no tener,
me devolvieron toda mi integridad,
esa que por ti, casi llegué a olvidar.
Ahora soy yo la que ríe sin cesar,
la que no mira al pasado y,
es feliz con su soledad.